Decidimos con la razón y con la emoción, pero, fundamentalmente, decidimos con la emoción. En primera instancia es nuestro sistema emocional, nuestro cerebro primitivo, nuestro cerebro, que llamamos reptiliano o emocional, el que decide, el que capta sensorialmente las emociones. 
Entramos en un sitio y captamos una emoción, a partir de ahí, nosotros respondemos. Por tanto, en esencia, respondemos o decidimos, con la emoción y, muchas veces, lo que hacemos es racionalizar la decisión emocional que tomamos.
Ahora bien, cuando vas acumulando experiencia a lo largo de la vida, tú tienes experiencias basadas “un poco” en tu experiencia racional y cuando tienes un impulso y quieres decidir una cosa, sí que lo pasas al filtro de la razón. 

Por tanto, ambas deciden, pero fundamentalmente, quien capitanea, quien lleva el timón de las decisiones es, normalmente, la emoción.

Emociones que son las que nos hacen hacer, un montón de cosas que no íbamos a hacer. Emociones que nos hacen que habíamos pensado racionalmente hacer una cosa, y acabamos diciendo otra. 

Y emociones que nos hacen flexibles y muy “animales” o muy biológicos, porque, aun habiendo pensado una cosa, acabamos haciendo otra. Y eso es la contradicción y la belleza del ser humano.

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